“La productividad de los trabajadores españoles influye mínimamente en su remuneración, muy por debajo de lo esperado por un país de la Unión Europea”.

Esta es una de las demoledoras conclusiones del Índice de Competividad por el Talento Global (GTCI por sus siglas en inglés) elaborado por el Human Capital Leadership Institute y presentado en el Foro Económico Mundial celebrado el 21 de Enero de 2015 en Davos

La segunda conclusión, muy poco halagüeña, es la enorme dificultad para atraer y retener el talento que tienen las empresas españolas. Desde las Administraciones se invierten millones de euros en educación pero luego el talento emigra y genera valor añadido en las empresas del país de acogida.

Sin entrar en complejidades económicas y de una manera muy simple la productividad se puede expresar del siguiente modo:

De esta definición y según la afirmación de Daniel Fernández del Economy Weblog del IE, se entiende que en España la productividad sigue una tendencia anti-cíclica. Esto quiere decir que en épocas de bonanza económica, para hacer frente a los incrementos de demanda, se contratan trabajadores de forma temporal que aportan un bajo valor añadido al producto a consecuencia de ello la productividad disminuye porque el aumento en el valor del producto es menor que el aumento en los recursos empleados.

En épocas de recesión, estos trabajadores temporales son despedidos porque se experimentan descensos en la demanda y las empresas prevén descensos en las ventas. Cuando esto sucede, el aumento en el valor de ventas es porcentualmente superior al coste de los recursos empleados.

Esto es una situación paradójica que tiene lugar en nuestro país y que influye notablemente en la competitividad de las empresas.

No es admisible mejorar la productividad a base de lo que se denomina “hacer más con menos”; es decir, políticas de reducción de personal de tal forma que los que permanecen en la empresa fabriquen o presten los mismos servicios que cuando la empleabilidad era más alta. Esto conduce a fallos en el proceso, mala calidad, desmotivación en el trabajador y consecuentemente a una mala imagen de la empresa.

Para mejorar la productividad, las empresas y las Administraciones Públicas deben innovar. La innovación debe ser real y aplicable a la realidad empresarial, se debe aprovechar la tecnología, las tecnologías de la información y el llamado “internet de las cosas” para fabricar/prestar servicios de manera que se genere mayor valor añadido al cliente. Este concepto se engloba dentro de lo que se conoce como Fabrica 4.0.

Un mal endémico que disminuye la productividad es el llamado “presentismo” entendido como la permanencia en la empresa más allá de la jornada laboral con la única finalidad de hacerse visible ante los superiores y pretender demostrar un compromiso con la empresa que es totalmente falso.

La Optimización de Procesos y la Organización del trabajo por tareas pueden ser unas herramientas interesantes para combatir el presentismo. Si organizamos los horarios y las tareas de tal modo que al finalizar las mismas, el empleado o responsable pueda verse liberado de su permanencia diaria en la empresa (con la tarea efectuada con calidad y no de manera negligente) estoy totalmente convencido de que la productividad se vería aumentada.

Esto implicaría un cambio de cultura empresarial por parte de los mandos intermedios y máximos responsables de las empresas. Se debe cambiar la creencia de que el compromiso está ligado al número de horas en la empresa por la creencia de que el compromiso va ligado a la productividad. En este sentido, la productividad puede ir relacionada con el nivel salarial u otro tipo de recompensas: bancos de tiempo, más tiempo libre, flexibilidad horaria, etc., son algunas alternativas. Las empresas no deben premiar la mediocridad y la ineficiencia y sí la excelencia y compromiso real. Solo así lograremos aumentar la productividad.